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sábado, 4 de junio de 2016

El curso de milagros

Tal vez sea la sterlitzia y más esta gigantesca, la flor que mejor represente el crecimiento

Evocaba yo ayer en la red, aquel tiempo en que hice mi curso de milagros.
Aun ahora, pasado el tiempo, la dulce sensación de circular por la frontera de la consciencia tiñe la experiencia y la memoria de un color incoloro de un aura azul dorada.

Mi curso de milagros me llevó en una primera etapa a visualizar mi edén interior. El mito bíblico, quiere que naciésemos en ese jardín y por obra y mano del creador, que juntando una masa de materias orgánicas -vivas- les infundió el aliento la vida y el pensamiento.

Porque el animus, el alma, es algo puesto en la materia por un soplo de Dios. Recuerdo al apócrifo en el cual dios sopla en la nariz de Adán y le da vida. Le da vida y le concede la generación de vida, perpetua vida a ti Adán y a tus estirpes... pero el creador algo debió percibir, por que tomando de Adán una parte le dio homología. Le dio la mujer con una mente simétrica a la del hombre, justo balance y equilibrio, basado en la anfibología, para que cuerpo y mente humanas buscasen el doble sentido, la interpretación diferente de el mismo percepto.
Por ello, mi mente humana es yin y yang, luz y tiniebla calidez y frío.
Evocaba pues mi yo; aquellas experiencias del curso de milagros, en las cuales mi mente, como centinela apostado en la noche intentaba percibir la realidad negada a los sentidos.
Ver, oír, tocar, gustar, oler, con los sentidos del alma.
Se que en aquella época obtuve mis primeras experiencias umbilicales, son algo así como si un vórtice de mi energía se lanzara en pos de otro otros... se que cuando esto pasa se establecen con lo percibido relaciones nuevas profundas y fijas que están por debajo de las palabras por debajo del habla, algo que ya no nos es necesario para entendernos.

Evocaba yo ayer en la red mi curso de milagros, ese nuevo percibir tan extraño y metafísico que ilumina todo con otra luz, pero que en definitiva nace de mi ser barro, de mi caldo de cultivo vital, y tiene en él mismo su fuerza y sus límites.
Porque nada es, nada se hace, si la percepción transfronteriza esa llegada del límite de la consciencia, no dinamiza mi yo mi barro y lo lleva a nuevas y serías dinámicas.
Toma lee piensa cree y crece.