martes, 25 de abril de 2017

El regalo de San Jorge a la gitana tres rosas...


No me preguntéis, porque se o como conocí esto que cuento. Los que escribimos sabemos cosas porque nos documentamos, y también sabemos cosas porque son así.
La verdad de las cosas es algo que se adquiere como consecuencia de el roce continuo de la pluma en los dedos. Al interpretar el bisbiseo, con el cual, la misma pluma deja en su viaje por el papel unas manchas de tinta que tu lees.
Porque es magia; hay veces que imagino a Lope o a Cervantes, mojando la pluma en tinta cada pocas palabras, o sacando punta al cañón de una pluma de oca. Es cierto que recuerdo haber visto en el museo de Nápoles, unas plumas de metal procedentes de Pompeya. Cierto que los orfebres de la época ya eran capaces de hacer útiles -o tal vez joyas- mucho más estéticas que prácticas a la hora de emborronar pergaminos, papiros o aquello que puñetas usasen como papel.
Hoy, cuando mi papel y mi tinta, son solo manchas de luz, que un código binario, plasma en una pantalla. Aun presto atención al ruido, tan innecesario como inseparable de las pulsaciones en el teclado. Es el ruido de las musas, la certificación de que escribir es traer algo del más allá. Algo que trasciende mi duración y mi vida.

Pero vamos a la historia
Tani es una gitanilla de origen rumano o capadocio, quien sabe. Lo cierto es, que por esas cosas del destino y de su pueblo errante, hace años que vive en España. Tani ha salido con varias mujeres de su familia a vender rosas y...
Por algo es Sant Jordi, ella no sabe ni le importa mucho esa historia de payos. Le dijeron que Sant Jordi fue en rey de Aragón, que perdió una guerra contra los malos y perdió la corona el reino y las libertades pueblo. No entiende mucho como un pueblo puede perder la libertad si ha vivido siempre en el mismo sitio. La libertad para ella consiste en ir donde te apetece, sin tener que decirles a los guardias donde vives, sin carne ni padrón ni esas cosas de los payos. Pero bueno los payos son payos y ya está bien para ellos.

En realidad esto lo supe después, cuando ella me contó lo que le había pasado.

Pero pongamos un poco de orden. Bajaba yo de Bus 7 en las inmediaciones del Forum. Delante de mi iba un hombre mayor correctamente vestido y cuyos ademanes hacían pensar que había sido militar. Su compostura, y una cierta gallardía en sus movimientos hablaban de esa bizarría militar que los años no borran. Marchaba el hombre delante de mi y aprecié, como una de las gitanas mayores les indicaba a la jóvenes la presencia de un guiri a ver si le vendían unas rosas y lo engatusaban con algo más.
Tani fue la primera que llegó a su lado, y por lo que me sucedió a mi con el segundo grupo supongo que el diálogo sería mas o menos este:

¡Anda guapo compame una rosa pa tu muhe!
No tengo mujer.
Po pa tu hiha o pa tu novia...
No tengo hijas ni novia.
Pos dame la mano que te digo la guena ventura y va ha saca ma novia que un torero.

Mi segundo o tercer intento fue suficiente para quitarme de encima a esa tropilla. Pero mi compañero de viaje no tuvo tanta fortuna. Primero alcancé a ver como Tani tomaba la mano y miraba muy seria la palma. Después era el anciano el que señalaba la palma de la joven recorriendo surcos y colinas. Y hablaba, lo vi poner en la mano de la gitanilla un billete de diez euros, y tomar las tres rosas, que ella le ofrecía. Sacó un gran pañuelo blanco las metió dentro y las guardó no supe ver donde ni como desaparecieron.
Fue mas tarde cuando me volvía para mi casa; cuando tropecé con él otra vez, ahora de cara. El anciano militar, visto de frente no dejaba duda de su profesión. El moreno de su cara, su bigote y barba perfectamente recortados, un punto amarillo en bigote junto a la comisura de los labios, que hablaba de una pipa mantenida allí durante años completaron su imagen y unos ojos azul muy claro, profundos como un ibón de los de mi tierra confirmaban mi idea.
Creo que no hablamos o tal vez si y no lo recuerdo. Lo cierto es que su mirada me permitió asistir a la escena que se había desarrollado entre él y la Tani un rato antes.

Todo había empezado igual que conmigo:

¡Anda guapo compame una rosa pa tu muhe!
No tengo mujer.
Po pa tu hiha o pa tu novia...
No tengo hijas ni novia.
Pos dame la mano que te digo la guena ventura y va ha saca ma novia que un torero.

Pero a partir de allí... cuando Tani tomó la mano del hombre y le dio la vuelta encontró una palma lisa como un guante de látex.
Y no era que Tani no supiese inventar, no. Pero así frente a un mapa mudo, peor ante el mapa de un desierto no supo que decir.
Entonces el hombre tomó la palma de la niña entre las suyas y casi sin mirar dijo:
Te llamas Tani, eres la descendiente de un tal; Juan de Egipto Menor, al que en 1425 mi rey Alfonso V le dio salvoconducto para pasar por sus tierras cuando peregrinaba a Santiago.
Muchos de sus hijos fueron alcaldes y reyes de gitanos, y devotos fieles de Sara la Kali, su patrona. Tani recordó una oración casi un juego -Opacha opacha Sara Kali- gracias gracias Sara Kali madre de todos los gitanos ayúdame.
En veinticuatro horas era la segunda vez que invocaba a la patrona, y su mirada perdida y preocupada terminó la oración junto al desconocido. 

Acabada esta el hombre dijo, habrá un día que necesitarás las tres rosas en un pañuelo. Yo tomaré estas tres y te las guardaré hasta entonces. Pero tu se discreta...
¿Quien eres? Se atrevió a preguntar Tani.
Soy Jorge y no fui rey, soy alguien, que lleva años velando por las doncellas. Tani se calmó y su mirada de paz y confianza aun duraba cuando la volví a cruzar en la puerta del Forum.
No se como me enteré del resto pero Jorge San Jorge, me dijo: Ya ves siglos velando por las doncellas y resulta que muchas veces el dragón es un prejuicio racial un machismo estúpido.
Tardé a comprender a que se refería con los prejuicios machistas y las tres rosas del día de la boda... cuando lo comprendí volví a buscar al hombre, aquel de hechuras militares, de cuidado bigote y barba blanca. Pero no lo supe ver, y eso que ante mi vista se extendía toda La Diagonal todas las calles que limitan el centro comercial pero no definitivamente el Centurión Jorge ya no estaba allí.
Tani si me miró con unos ojos pícaros como de cómplice, ayer Manue  bueno tu ya sabes un momento flojo y...
Pero San Jorge es un caballero y Sara Kali la amiga de María de Magdala también estaba allí...

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