domingo, 20 de noviembre de 2016

Trotando por París 5ª

Leo en Pla; que, los porches de Turin -Torino- tienen un tono distinguido y considerable. Estos porches con sus hermanos de la Rue de Rivoli, en París...


No hace mucho tiempo yo transitaba bajo esas arcadas. Había dejado atrás una sesión maratoniana de Museo del Louvre. Era la hora de descansar, de comer, comer en París y con la cabeza chorreando arte, arte e historia, ¿Porqué será? Que el arte se vincula tanto con la historia. Es como si no supiéramos o no pudiéramos desvincular una pintura, una estatua, o una partitura musical, de el tiempo en que se elaboró.



Tenemos un arte mobiliar, formado por todos esos objetos móviles, cuadros, esculturas, joyas, tapices, que suelen acompañar al poderoso. La mayoría de las pinturas del Louvre son mobiliario de los palacios reales. Un día abandonan el palacio, o mejor dicho los inquilinos del palacio, son desahuciados por la historia y queda esa concha de caracol vacía. Un espacio plagado de pinturas lozas porcelanas y joyas, que encontramos muy natural sea visitados por el pueblo.



Luego hay grandes espacios, el arte inmobiliario, el arte arquitectónico que nació para permanecer en un sitio según deseaban sus fundadores. Pero esto no es del todo cierto, las fortunas horteras de USA compran arte europeo y se lo llevan. Los europeos robamos arte antiguo; asirio egipcio griego romano para nuestros museos. No solo eso también nos hicimos regalar templos y obeliscos. Los americanos nos imitan.

Decía comer en París junto al Louvre, buen problema, aunque los gabachos ocultan con delicadeza su afición a cocinas no francesas, o su concesión a la ingente cantidad de turistas y residentes extranjeros. No es tan fácil ocultar que el trasiego humano termina por configurar un consumo adocenado. ¿Es pensable encontrar en los lindes del museo, un local reconocido por su respeto a la cocina francesa hasta en las mignardises, o el mirepoix?
Ocupando una esquina en uno de los porches, hay una pizzeria, pizza alta cocina internacional. Eso es arte y no un chateaubriand y pommes soufflées.

El día desapacible invita a entrar, quedarse en la terraza es una heroicidad propia de la resistencia.

Un camarero contesta en correcto español a mi demanda de mesa para dos. Me indica un sitio y cuando nos dirigimos a ocuparlo, otro garçon me indica otra mesa en otro lugar con el mismo tono que podía usar un maréchal de logis del mismísimo corso.

Veo con estupor que las mesas son del tamaño de una casita de gnomo. Y añadiendo a eso el tono soberbio del écuyère de table ganamos la puerta de la rue con un sonoro adieu.



Al final suplimos la pizza, por una quiche lorraine también en versión -vaudeville- cosumida en un garito al aire libre en el Jardín de las Tullerías.

En las Tullerías hay dos dos animales que me llaman la atención. Los primeros son los gorriones que llegan a tu misma mesa, bueno es una conducta que ya había observado, se posan en el respaldo de la silla mas cercana, y esperan la ocasión para abalanzarse sobre las migas. El que nos tocó en París debía ser un experto, porque entendió perfectamente la indicación mía de acercar hasta su emplazamiento una gruesa miga de la quiche. Lo que me sorprendió fue lo sucedido a continuación, tomó la miga en su pico y voló al suelo, para comerla. Pero aun estaba aterrizando cuando otro gorrión se posó literalmente sobre el y le arrebató el botín.

Me distraje momentáneamente, con un viejo cuervo, grande como un pollo de granja, que parecía observar la escena con atención. No puede menos que evocar a los personajes que habitaron el palacio, hoy derruido, y de el que solo quedan los jardines.

Puede que el hecho que jardín y palacio fuesen mandados hacer por Catalina de Medici, que también sirvieran para el solaz de María de Medici, y que el Cardenal Richelieu habitara en las inmediaciones; de hecho es el creador del palacio del Louvre, parecía dar sentido al tema. ¿Y si cuervo y gorriones? Eran una reencarnación de Richi que como maldición estaba condenado a promover la guerra entre hermanos enemigos... porque en la Rochelle... pero no; he visto al cuervo señor de París pasear por Las Tullerías, Les Champs-Élysées y Champ de Mars Tour Eiffel. Donde no recuerdo haberlos visto es en jesuítico Sacre Coeur, de Montmartre, pero bueno los jesuitas dejaron a Richelieu a la altura de un cura de pueblo.

Decía que Richi era un hombre rico, por lo visto esto que el ejercicio del poder engorde la bolsa no es de hoy. A fin de cuentas provenía de una familia con lustre pero sin dinero y además era el cuarto hermano de cinco, su padre muere cuando tenía cinco años. Y debió ser solo por su industria que murió como el mas rico de La Francia de su tiempo.

Dejó en herencia una parte de su fortuna y un palacio para el mantenimiento de sus gatos. Aunque es cierto, que la Guardia Suiza ejecutó la sentencia de manera inversa. Cómo se pusieron los soldados de comer lapin a le moutarde, aquellos días.

Fue enterrado en la Sorbona. Y su imagen era tan odiada, que ciento cuarenta y siete años después, su tumba fue violada, y su cadáver decapitado con motivo de los fastos revolucionarios.

Continuamos el paseo hasta el fin de las Tullerías, se presenta un dilema y es la necesidad fisiológica que llamamos aguas menores. ¿Qué hacer? ¿Está permitido mear (o más) en un rincón del jardín como dicen lo hacía la nobleza en Versalles?

¡Pues no! La sabiduría urbana y urbanizadora de los parisinos ha dispuesto un mingitorio al final del jardín en el lado próximo al sena. Hay cola, pero es bastante rápido el acceder, vemos que hay que pagar, 0,70 € ¡vaya! Ahora el espectáculo merece la pena, al acceder a la cabina uno observa a dos ciudadanos de color, pero eso si con nacionalidad francesa, hijos del imperio colonial, que entran limpian y revisan el retrete, después de cada uso. ¡Esto solo sucede en París!

La tarde transcurrirá tranquila, primero la vista a la Plaza de la Concordia, lugar de la ejecución de Luis XVI, el monolito de Luxor, y un larguísimo paseo a lo largo de Champs-Élysées hasta Arc de Triomphe, unos 4 Km si Google no mide mal.

Luego un poquito de Bus hasta Champ de Mars a los pies de la Tour Eiffel nada de subir hay cola, y nos queda un paseo hasta La Ópera, Galeries Lafayette (Haussman) para terminar cenando una pizza ¡ahora si! A las 7,30 hora de regresar en un paseo lento a nuestro hotel, llevamos -salvo el momento de la comida- casi 12 horas de pie.

Es hora de descansar y mañanaaaaa...











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