martes, 2 de febrero de 2016

Hoy sin pelos en la lengua


Siempre he dicho lo que pienso, aun a riesgo de no resultar grato. Pero yo tengo un compromiso de honor hasta con mis estupideces.
Y ante la situación política, donde ante lo majadero del estado de cosas al rey le ha quedado la difícil situación de hacer encaje de bolillos (por eso de lo majadero "majaderillo") es hora de poner en negro sobre blanco que ninguno de los partidos y políticos representados en Las Cortes tiene ni la inteligencia social (otros dirían emocional) para pilotar el estado.

Es obvio que España necesita una segunda transición, un segundo periodo constituyente que nos ofrezca un cambio en las leyes y en los usos. Una ley que sancione de por vida al político corrupto. Una ley que establezca nuevas simetrías entre las comunidades. Pero sobre todo ello una ley que garantice la limpieza en los procesos políticos.

Y allí está ahora Felipe VI, al que la actual constitución le otorga la responsabilidad y la autoridad para construir el edificio de la legislatura. Edificio (monumento nacional mas bien) para el que las urnas solo le ofrecen cascotes y material de deshecho. Analizados uno a uno los ilustres próceres que han llegado a la meta Felipe sabe que no puede poner la mano en el fuego por ninguno de ellos. No tienen, y perdón por usar estas voces del boxeo, ni la cintura para fintar en el cuerpo a cuerpo ni mucho menos son buenos fajadores para soportar los golpes que la corrupción en la que han incurrido sus huestes y que será un duro castigo para todo hijo de vecino, de vecino de Moncloa.

Parece pues que el monarca debería valorar la posibilidad de confiar en gobierno a un nombre, a un hombre de fuera del espectro. A mi se me ocurren varios. Tal vez por la derecha valga un Miguel Ángel Revilla por lo claro que dice las cosas y por la izquierda Un Javier Solana que es de lo poco no solo no salpicado por el lodo de recientes corruptelas sino que une una trayectoria internacional suficiente y sólida.

En fin majestad que es hora en alguien fuera del corral, o en repetir de urnas porque de lo que hay mejor entre lo que le ofrecen no hay la menor garantía de solidez ni de capacidad.
Ahí queda eso.

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