viernes, 20 de noviembre de 2015

Forcados amadores...


Evocando. Pues si si mal no recuerdo la rubia de Santaló se llamaba Marta, era de ese tipo de mujer que tiene de todo, quiero decir que tenía pechos nalgas boca nariz.... todo en un conjunto de elementos armónicamente distribuidos, una mujer que invitaba a tumbarse en la cama junto a ella y leer.

Alguna vez, imaginé leer El Quijote acostado a su lado, pero nunca conseguía pasar de aquello de “duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes”... Yo pertenecía la cofradía de Forcados Amadores, dicho en castellano, recortadores, esos mozos que juegan haciendo regates frente al toro, sobre el toro, y con el toro, evitando siempre el revolcón.

O en el mejor de los casos, revolcón sin que te pille el toro. Bien, pues en nuestra cuadrilla, de liberales solíamos valorar a las hembras conforme a un inexistente código consistente en emparejarlas con una obra literaria. Porque claro, no era lo mismo pasar la tarde noche, con una hembra, Guerra y Paz; que con otra Madame Bovary, u otra La Divina Comedia. Era un buen sistema, porque dejaba mucho hueco para la imaginación y por otra parte nos ayudaba a confeccionar un mapa surrealista del ganau en liza.

El artífice de esta nomenclatura era Manolo, al que la cofradía respetaba por su arrojo y buen hacer en los quiebros, aunque como todo cántaro que va mucho a la fuente...
Pues eso que un día llegó y al comentar las incidencias de su lidia dijo solamente Laura Petrarca. En vano le preguntamos si era Laura de Sade, Manolo calló calló y cayó en un mutismo estúpido y a los pocos días dejo de venir. En fin que ni de la rubia ni de Manolo volvimos a saber

domingo, 8 de noviembre de 2015

Jiménez Ruiz Blanca por más señas.

Nos enseña Africa Jiménez Ruiz un paisaje de campo y árboles dormidos en invierno. Pudorosos se cubren con un manto de niebla para no mostrar sus cuerpos esqueletos.
Es Blanca, escritora poeta de esencias buena lectora y destila tanto sus aportaciones que a mi me parece pasan siglos entre ellas.

lunes, 2 de noviembre de 2015

Un libro a la fuga II

Lo ha vuelto a hacer, estaba yo poniéndome los zapatos cuando lo he visto. Escondido entre el calzado de verano. Allí estaba el libro, ha visto que lo veía y ha intentado huir pero he sido rápido y diestro y con una bota de montaña he terminado con su fuga.
Ha quedado abierto innoblemente abierto de hojas y mi bota lo aprisionaba contra la jamba de la puerta el quicial que llaman.
Lo he tomado con mano trémula, la suela de mi bota quedará para siempre impresa en las páginas 180 181 de la obra.
Supongo que ya suponéis que hablo del libro de Fernández Mallo Agustín mor mas señas.
He leído un poco al azar
Era ella, de espaldas, dirigiéndose a la habitación del fondo al tiempo que se bajaba la faja y las bragas …/... el sol rasante …/... y tras atravesar el cristal …/... bañaba el cuerpo …/... para colarse entre el hueco desparramado de la entrepierna. Entonces le cegó una estrella púrpura de cinco puntas hermosísima, magnética parpadeante en la penumbra del ano de aquella mujer. (Agustín Fernández Mallo Ya nadie se llamará como yo ISBN: 978-84-322-25O8-6) [Me acojo al derecho de cita]

He vuelto con el libro entre la manos al anaquel en que lo dejé aprisionado. Me he llenado de estupor el libro seguía allí entre Las Clavículas y el grimorio. Y es que Agustín Fernández es Físico ya se sabe uno de esos seres raros que se inventan mundos matemáticos a la velocidad de la luz y viceversa. Yo tengo ahora como el electrón en dos rendijas dos libros o como el Gato de Schrödinger un animal que está vivo y muerto al mismo tiempo. Un libro preso de otros libros de magia y el mismo libro con la marca de mi bota entre sus hojas.