martes, 19 de mayo de 2015

Las Sandalias

Adila ha ido hoy de compras, mejor su marido la ha llevado a comprar zapatos. Su esposo es Said un rifeño que hace años vive en España. En realidad casi es español su abuelo que ya se llamaba Beni Said fue miembro de las tropas regulares, aquel ejército indígena que los españoles crearon en Melilla allá por el año mil novecientos once. Desde aquella época las relaciones de los Beni Said con España habían pasado por periodos de mayor proximidad dependiendo de los avatares de la historia, para terminar regentando un restaurante de especialidades marroquíes.
Pero volvamos a Adila, ella está contenta porque su marido la ha llevado a comprar zapatos. Ha elegido unas sandalias de cuero verde con una fina suela de cuero. Tenía una sandalia en la mano mientras la dependienta buscaba con afán la perteneciente al pie derecho. Por fin ha aparecido en la ultima caja de la ultima hilera. La dependienta se la ha entregado a Said haciéndole ver la diferencia de verdes de los dos cueros, le ha explicado que en el oulet venden restos de colección y que este par tenía un defecto al parecer producido porque la sandalia que le entregaba había permanecido varios meses en un escaparate, la luz de los focos y el sol habían terminado por cambiarle el color, cosa que no había sucedido con la otra.
Said ha intentado bajar más el precio, pero la dependienta le ha dicho que eso era imposible, que ya venía marcado desde la central. Que ella no tenía la culpa de la decoloración, y que esta se había producido en uno de los escaparates que la zapatería tiene en La Rambla de Cataluña. Por lo demás era un calzado muy fino y de excelente elaboración, tanto que en origen valía más del doble de lo que marcaban aquí. Que podía teñirlas siempre que no fuese en verde y siempre en una tonalidad más oscura.
Said dudaba, Adila se ha quedado mirando las sandalias, después de la primera sorpresa se ha pintado en su cara una sonrisa de felicidad.
Lo que valía era que su marido se las regalaba. Los he visto salir de la tienda los dos felices, Said por el ahorro, Adila (nombre que según creo que significa aquella que negocia con justicia) por el regalo. Los he visto salir cuchicheando. Me hubiera gustado entender que hablaban; tal vez ella le decía, no tiene importancia mis pechos que tanto te gustan tampoco son iguales, o algo así. Lo cierto es que parecían felices.
Yo en cambio no he encontrado unas sandalias aunque fueran de distinto tono, unas sandalias para machacar durante el verano. Que se le va a hacer

1 comentario:

Amanda Gamero dijo...

La sonrisa de felicidad después de valorar que lo importante era que su marido se las regalaba...con eso se queda Adila, con eso me quedo yo. Precioso Alfredo.