domingo, 14 de diciembre de 2014

Chacineros


Había tenido un amor infantil, de esos que parecen un flechazo y debieron dar a los clásicos la idea de Cupido.
Fue algo que no cuajó, ni tenía porque, voces amigas le dijeron pronto que ella tenía novio... Comprendió que había entre ellos una barrera infranqueable de clase y probablemente de educación -en realidad había una barrera de dinero-.

Tiempo después le llegaron noticias de su boda, de su divorcio.
Un día sin saber porque la volvió a evocar. El desencadenante fue en un objeto que llevaba su apellido. Era algo tan prosaico como una marca de embutidos. La empresa familiar. Aquello fue premonitorio, la encontró justo dos días después en un mercadillo navideño.
El solo era cuarenta años más calvo.
Era ella... cuarenta años y cuarenta kilos después.  Estaba hecha un catafalco, y sin embargo aun le apeteció descansar sobre ella como en un túmulo final.

2 comentarios:

Julia C. Cambil dijo...

A veces la Navidad obra su magia y los imposibles, o muy poco probables, suceden...

Curioso relato, a medio camino entre el romanticismo y el sarcasmo.

Un saludo!!

Amanda Gamero dijo...

El tiempo pasa factura en el físico, de ello sólo nos queda aceptar con cierto humor, pero el alma de los recuerdos, la esencia que nos hace ser como somos, eso permanece siempre intacto.