viernes, 15 de noviembre de 2013

Amor a primera vista. Cuento para adultos.



Ella me miraba desde el fondo del establecimiento. Yo sentía un placer morboso en mirar, pero me invadía la vergüenza.  Era una adolescente, bueno vestía como tal. Recuerdo su pelo basto como de niña que aun no ha descubierto el poder afrodisiaco de un champú suavizante.
Me gustó su boca fruncida en un mohín, sus labios muy rojos y unas mejillas con algo de colorete mal puesto. Parecía no conocer los secretos de la borla, del fijador, sus ojos grandotes algo vacunos, me miraban reflejando lo provocador de sus labios, no sin cierto aire de duda.
Recuerdo haber cambiado discretamente mi posición para contemplarla mejor. Hasta fingí leer un artículo, supuestamente serio, sobre la política fiscal en la futura Cataluña comparada con la hacienda Macedonia. Todo puta mentira, ni entendía yo de política fiscal macedonia ni me importaba un carajo la matemática econométrica de Mas-Colell. Pero yo pensaba que... bueno era la forma de deslumbrar a una chiquilla que parecía decirme enséñame la vida.
Recuerdo su faldita escocesa su calcetines blancos y cortos y unos zapatitos de medio tacón. una medias rotas, una blusa de uniforme con manchas de "boli", y ese aire general de Lolita haciendo novillos. Al final me detuve en su mirada, esos ojos negros de becerra  extraviada.
¡Era más de lo que podía soportar! Hablé con el dependiente, fueron dos palabras a las que no presté mucha atención saqué la visa y maquinalmente firmé unas hojas. Listo.
Más tarde, ya en mi casa, cuando me reponía del primer revolcón amoroso. Sonó el teléfono, ¡Miserable bastardo! ¿Quieres abrir la puerta de casa de una puta vez? Llevo diez minutos esperando fuera. Sin saber bien lo que hacía abrí allí estaba correosa, fibrada, con unas Ray Ban de agente del orden y su uniforme de cuero. Llevaba una fusta en la mano. Me empujó hacia el interior, de nada me valió aducir intimidad o intentarme oponer sus mano derecha hizo presa en mi cuello. Casi en vilo recorrí el pasillo, fui arrojado sin contemplaciones sobre la cama, allí entre las sábanas aun estaba ella. Mi lolita mi crimen. Oí gritos me llamaban cerdo pederasta y no se que cosas más. No comprendía mucho lo que sucedía, al final ya con las manos esposadas a la espalda y en un vergonzoso decúbito prono, mientras sentía la fusta zumbar sobre mis nalgas, mis ojos se fijaron en una copia del contrato factura que había comprado. Decía Los Placeres de Sade primer centro europeo de muñecas hinchables con "suegra"  oferta especial. Muñeca lolita y dos tratamientos de disciplina inglesa, por el increíble precio de... No pude leer más un fustazo en mis nalgas me hizo ver las estrellas. Traté de explicar que era un error... no sirvió de nada...
Pederasta cabronazo nenaza...
Vivir para ver.      

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