jueves, 11 de julio de 2013

Parada y Fonda Burgos.



La primera estación fue Burgos. Esa ciudad que dice por su nombre no deber nada a los señores feudales. Tierra del asado y la morcilla, y de las excelentes legumbres castellanas.
Este año creo que era un periódico inglés que recomendaba la gastronomía burgalesa. Como si el comer en Burgos necesitase padrinos.
Lo que es temblar ante unas judías de los Juarros de Ibeas. Si, si  los Juarros allí donde una trinchera de un ferrocarril minero puso al descubierto los yacimientos paleontológicos de Atapuerca.
La Sima del Elefante la Gran Dolina, La Sima de los Huesos, un verdadero libro donde en sus estratos, como si de hojas de un grueso manual de historia se tratase, los antropólogos y paleontólogos, leen las primeras huellas de nuestra especie.
¡Las conclusiones que se pueden sacar de un viejo fósil!
Luego la urbe, alto seguro en el Camino de Santiago, ese invento tan rentable de aquel arzobispo gallego y el Conde consorte Raimundo de Borgoña, que parece favoreció la instalación en la ruta de mercaderes Borgoñones. Lo cierto es que él solo vivió en su apogeo escasos doce años, pero a pesar de esto, Murguía (Manuel Martínez en los registros,   el hijo del boticario y marido de Rosalía de Castro) quiere ver en su presencia el uso de pendones y señeras identificadores de Galicia.
¡Pero hombre don Manuel! Que no hace falta que usted le de cuerda a los nacionalismos, que solo con su vida y obra paga de largo el peaje. Galicia es una realidad en la historia, sin necesidad de tener que darle al franchute arte ni parte.
Habrá que hablar mucho de este pobre funcionario archivero e historiador en relación con los movimientos identitarios de ese invento romántico que son las nacionalidades en España.
Pero en fin así es la historia, los Burgaleses, al mismo rescoldo romántico llaman al Cid su héroe cuando en realidad no paso de ser un mercenario, soldado de fortuna y casi salteador de caminos.  Porque barbaridades en torno al Cid las han escrito y publicado desde los juglares medievales hasta los estudiosos modernos.
Empezaba hablando de la gastronomía burgalesa, pues bien choca encontrar cerca de la catedral una gloriosa mejillonera, que ofrece los auténticos frutos de la tierra.
Creo que era un guasón, el que decía, que entre las presentaciones actuales del sabroso molusco figura la auténtica receta con la que Doña Jimena le presentaba el mejillón, a Don Rodrigo Díaz, o sea el Cid; cuando volvía de sus cabalgadas por tierras de Toledo.  Y es que un mejillón así con su concha y sus barbas debe ser un excelente remedio para las fatigas de la guerra.

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