miércoles, 8 de junio de 2011

Aquel día, como muchos otros, Rene Descartes, permanecía en la cama obsesionado por obtener una prueba manifiesta de su ser. Hasta que de pronto la chispa salto. Cogito ergo sum, cuya traducción literal es: pienso, por lo tanto existo.


La función de pensar requiere un soporte preexistente para que el pensamiento, el cogito, tenga lugar.


La filosofía inaugura con Descartes el racionalismo. Pero entorno al sentido de la frase en francés («Je pense, donc je suis» ) se ha escrito mucho y se ha malinterpretado más.


 

Hace unos años (1994) un eminente neurólogo. Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica (2005) Antonio Damasio escribió un libro titulado el error de Descartes.


En el libro, mantiene con argumentos de la ciencia médica actual, que es un error el pienso luego existo cartesiano. Para Damasio pensamos por que somos, porque el pensamiento es una consecuencia de la existencia de nuestro cerebro. Como neurólogo y patólogo, Damasio sabe, que el pensamiento se ve afectado por la enfermedad, la tara genética, o la degeneración propia de la edad.



Teniendo sus buenas razones Damasio no deja de ser una razón parcial. La razón, la certera razón de quien trabaja sobre la res cogitans -la mente- como consecuencia de la res extensa -el cuerpo- descrito como algo susceptible de medidas físicas y aun muy desconocido por la medicina de los tiempos de Descartes.


¿Somos porque pensamos o pensamos porque somos?


La verdad creo que soporta tres formas.


En la primera la formulación de Descartes sabemos que hay una existencia, porque debe ser el soporte de un pensamiento que no se puede negar.


Sabemos que hay una forma de pensar modulada por la biología el planteamiento de Damasio. Tampoco se puede negar la evidencia de que la mente como consecuencia de una función corporal se ve afectada por la enfermedad, la intoxicación, o el deterioro.


Pero una observación psicológica, aun nos da otra razón. Pensamos y pensamos así, como hombres, porque existimos (Descartes). Nuestro pensamiento es esa forma; y no de otra, porque nuestro desarrollo neurológico así lo marca (Damasio). Pero nuestra conducta es así tanto por la base biológica, como por le bagaje de lo aprendido. Lo que ponemos en juego para actuar para elegir conductas -siendo conducta- la manifestación pública y visible de un ser vivo -conductismo-. [coloración, gestualidad, habla]


¿Pero qué pasa con las emociones? ¿Que sucede con esas manifestaciones internas? Ritmo cardíaco, tensión arterial, nausea, hambre apetito sexual. Esas cosas que muchas veces ocultamos para vivir en sociedad. Bien todo eso es lo que llamamos Ego.


El ego es un ramillete de emociones creado por nuestra res extensa y nuestra res cogitans, reforzado, realimentado por su propia andadura.


El ego, el yo. Me gusta verlo así, como una gavilla de emociones que desarrollamos ante la vida.


El crecimiento personal, nuestro desarrollo, pasa por el trabajo de comprender el ego. Eso se logra verbalizando emociones a la par que se hace focusing sobre la forma de experimentar del cuerpo.


Por ello, el entrenamiento autógeno (Schultz) y los métodos de control mental tipo Silva son indispensables.


Darío.










 

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